“La elección clínica entre indecidibles e indeterminables” *

“La elección clínica entre indecidibles e indeterminables” *

Umberta Telfener

En este texto Umberta Telfener propone – a partir de la cibernética de segundo orden y de los trabajos de Heinz Von Foerster- que la ética es incorporada por las personas y no solo representada, como otros autores plantean. La ética no es pensada como una superestructura, sino como una actitud en la intersubjetividad

Cuando se habla de ética regularmente se tiende a caer en el moralismo, sin embargo, debemos ir más allá al ser capaces de mantener una “ética implícita” que se actúe y que en el lenguaje no se caiga en moralizaciones.

La ética se mantiene escondida -y aún así determina lenguaje y acciones- gracias a la metafísica (elección que hacemos subjetivamente sobre qué observamos) y la dialéctica. Solamente aquellas cuestiones que son indecidibles por principio podemos decidir, no hay ninguna necesidad que provenga del exterior que nos fuerce a responder en un modo u otro.

Umberta menciona que lo opuesto a la necesidad no es la posibilidad sino la elección, lo cual nos sitúa en la responsabilidad de aquello que elegimos “…la libertad de enfrentar una situación nos es restituida y con ella nos viene restituida también nuestra responsabilidad. La ética se convierte en implícita, la responsabilidad explícita; la libertad de elección se convierte en un opción”.

Lo dialógico es el segundo aspecto para “actuar” la ética, porque en ese intercambio lingüístico que involucra un mínimo de dos personas (un diálogo conmigo a través de ti), el lenguaje apoya la construcción de la propia identidad y mantiene en el tiempo la relación con el otro. También por medio del diálogo se generan aprendizajes y nuevos márgenes semánticos.

En ese sentido, como clínicos podemos (debemos) hacer preguntas que -tal vez- el individuo no ha pensado nunca anteriormente, y que ofrezca la posibilidad de escapar del guión habitual y de inventar nuevas soluciones.

Por lo tanto, el lenguaje se vuelve un dominio dentro del cual las personas adquieren un sentido de sí, que viene constantemente “reajustado” en la relación con una comunidad de observadores.

La elección que se hacen sobre cuestiones por principio indecidibles y el diálogo que se pone en juego permiten encarnar la ética y mantenerla como margen subterráneo.

Cada que actuamos en el aquí y ahora, cambiamos nosotros y también el universo, ya que la ética es el dominio en el cual nosotros asumimos la responsabilidad por nuestras decisiones.

Como terapeutas, nos decimos a nosotros mismos cómo pensar y actuar, ya que el discurso actual se focaliza en la responsabilidad sobre las elecciones que hacemos y sobre aquello que emerge en la construcción/creación de significados compartidos y la creación de una realidad cambiante.

Otra pregunta imprescindible que debemos hacernos actualmente es cómo hacer emerger una “realidad terapéutica” sobre la cual sea posible intervenir cuidando el riesgo iatrogénico e incluso cuidar de no imponer nuestros propios valores.

Pensar la clínica en este contexto significa pensar cuáles actitudes debemos tener en la relación con el otro (los otros) que nos pide(n) ayuda. No se trata de adquirir nuevas técnicas, de inventar nuevas teorías para leer los sistemas y los contextos, se trata de reflexionar cada vez más sobre la propia operatividad y sobre las acciones que ya conocemos/ponemos en acto, sino que se trata de construir una praxis evolutiva, compartida y responsable y de consecuencia ética.

En una perspectiva construccionista, el terapeuta no sabe más que el paciente, por ello nuestras hipótesis como clínicos deben situarse y mantenerse hacia un orden lógico diferente respecto al del paciente, a nivel de los procesos y del ‘conocer el conocer’. Además, necesitamos mayor conciencia de las operaciones que ponemos en juego en la relación con otro y no solamente conciencia de nosotros mismos en solitario.

Las intervenciones clínicas serían “serie de acciones” puestas en juego de un clínico: 1) responsable de sus acciones; 2) consciente de la necesidad de escoger respecto a decisiones que son por principio indecidibles; 3) atento al propio lenguaje y a las propias acciones; 4) que implementa operaciones sobre las operaciones; 5) que actúa sobre sí mismo porque está incluido en el sistema; 6) que aumenta el número de elecciones para sí y para los otros; 7) que considera a cada uno libre de actuar hacia el futuro que desea (respeto); 8) que valoriza la heterarquía computacional (valores, elecciones que pueden cambiar en el tiempo y no son organizadas de manera racional y lógica).

Las responsabilidades del clínico

a) Responsabilidad social: determinada desde el mandato por la comunidad ampliada, que da el resultado de las propias acciones en el mantener/deconstruir estructuras de poder.

b) Responsabilidad técnica: es la capacidad de considerarse competente respecto a un modelo subjetivamente elegido.

c) Responsabilidad relacional: considerando la relación el instrumento primario de trabajo, induce a reflexionar sobre el significado que las propias acciones tienen (y han tenido) sobre el/los paciente/s y sobre otros significativos en el contexto compartido.

d) Responsabilidad de mostrar el deseo/disponibilidad/capacidad, de ponernos en juego en primera persona respecto a las categorías y a las acciones que son puestas en acto para intervenir. La disponibilidad a cambiar personalmente (cambiar las redes de lectura, revisar los prejuicios ineludibles, hacer acciones diversas) a fin de contribuir a construir un contexto que sea evolutivo y procesual.

e) La “responsabilidad de la responsabilidad” es nuestro deber rendir cuenta del proceso de construcción de la realidad social que se realizan en las interacciones con el problema presentado y su sistema de significado

Umberta Telfener enlista las acciones que son -para ella- el corazón de la responsabilidad del clínico:

1. La reflexividad (capacidad de usar el sí mismo para explorarse a sí) y las operaciones sobre las operaciones de segundo orden.

No es un clínico que observa al cliente a la luz de su modelo de referencia sino un clínico que a la luz de su modelo de referencia se observa a sí mismo en la interacción con el usuario (Fruggeri y Matteini, 1988). El conocimiento de segundo orden es una característica formal de la relación psicoterapéutica, la cual puede ser considera independientemente de la teoría, de los contenidos, de los procedimientos de diferentes aproximaciones y métodos clínicos (Bianciardi, 2010).

2. El afrontar la ignorancia y las zonas ciegas.

Las posiciones con respecto al saber y el conocer (conocer el conocer; conocer del no conocer; no saber de saber; no saber y no conocer).

Conocer de
conocer
Sabemos de conocer, reflexividad y conciencia
Conocer
de no
conocer
Sabemos que ignoramos y esto nos empuja a ser curiosos
No saber
de saber
Es decir que emerge en la intuición y que no está bajo nuestro control
No saber de
no conocer
Las zonas ciegas de la que no podemos escapar, puntos ciegos inevitables respecto a los cuales no
podemos atender las retroalimentaciones

Profundizar en el modelo sistémico implica aceptar a fondo la idea de que somos ignorantes, nuestro conocer es siempre incompleto, provisorio, autorreferente, nuestro ‘conocer’ implica una ignorancia constitutiva e inevitable que no está bajo nuestra jurisdicción. Ante esto, se plantean los siguientes puntos:

  • Renunciar a la propia experticia.
  • Renunciar a la idea de conocer el sistema.
  • Tolerar la ansiedad de permanecer en territorios desconocidos. Crear una realidad trabajable (workeable reality), hacer emerger los procesos durante la sesión.
  • Renunciar a controlar el sistema observante.
  • Adquirir una actitud de investigación activa (que ha sustituido para mí el concepto de cura).
  • Monitorear constantemente la posibilidad de entrar en resonancia.

3. El tener siempre en mente los posibles resultados indeseados

Los éxitos y los fracasos no dependen unilateralmente del clínico o del sistema que pide ayuda sino que emergen al interior de la historia de la relación y del encuentro recíproco. Nuestros comportamientos tienen un efecto constructivo por sí mismos, ni positivos (evolución), ni negativos (patología). Los comportamientos de los clínicos tienen efectos al interior de las definiciones o representaciones compartidas sobre el plano relacional y social.

Sin embargo, los resultados indeseados son señales que pueden ayudar al clínico a corregir su estrategia (se completan en el dominio de los comportamientos y son señales).

Es imposible, también errado, proponerse no cometer errores. La posibilidad del error no se distingue de la posibilidad misma del conocimiento. Se cometen errores respecto de una teoría definida que sólo puede decir cosas consideradas como relevantes o menos, cosas a perseguir o evitar, cosas que sean justas o equivocadas.

Los posibles riesgos los divide de la siguiente manera:

  1. Resonancia: reacciones emotivas, a menudo inconscientes, a situaciones, eventos, traumas afectivos surgidos de las historias del clínico, hechos/emociones que no toma en consideración y lo/a vuelve ciego. Cuando la resonancia aparece, no nos percatamos de algunos eventos o bien, podemos estar ciegos a nuestros propios estados de ánimo. El apoyo para evitar este riesgo es por medio del trabajo de equipo, la super/par-visión, la reflexión habitual. Ejemplos de resonancia: cuando nos sentimos paralizados o enredados porque sentimos perdida nuestra autonomía, cuando dejamos de ver alternativas, cuando perdemos la curiosidad o construimos una situación inmutable, entre otras.
  2. Colusión: es el extremo de participar en el juego del otro, haber aceptado su punto de vista y encontrarse enredado en un juego que no es evolutivo: en ese proceso perdemos la mirada individual a favor de la colectiva, se observan solamente unos aspectos, la fotografía de la realidad se congela, se pierde el impulso estratégico, se meten al campo pensamientos/acciones que en vez de hacer cambiar en la situación reifican el status quo. Ejemplos: (1) caer en la patología sin verla de manera evolutiva; (2) caer en el pedido de efectuar intervenciones ortopédicas; (3) ocuparnos solamente del sistema observado; (4) perder la dimensión temporal y contextual; (5) mantener una relación de poder; (6) caer en los protocolos, perdiendo la curiosidad; (7) redefinir positivamente a toda costa, sin comprender; (8) Adherirnos excesivamente a la indicación del modelo teórico; (9) “comprar” las hipótesis del sistema; (10) caer en una lógica de la emergencia; (11) saltarnos el análisis de la demanda u ofrecer terapia en las situaciones en las cuales no hay una demanda explícita; (12) caer en la normatividad; (13) no ser consciente de los mapas utilizados para leer las situaciones y por ende no estar disponibles a ponerlos en discusión.
  3. Cronicidad: cuando un mapa de patología viene compartido por todos los componentes de la red relacional que comprende al cliente, los familiares, los profesionales, las personas que derivan. Cuando todos están de acuerdo y no hay ningún intercambio de información.
  4. Riesgo del riesgo iatrogénico: cuando el empeoramiento no es debido a la personalidad -de las personas en tratamiento- sino que se produce como resultado de las operaciones del profesional. Más que impulsar hacia nuevas organizaciones, debemos estar atentos a la forma en que las intervenciones que proponemos pueden detener/inmovilizar una situación o bien volverla evolutiva. Los síntomas más frecuentes son: aumento de la ansiedad, sentimiento de desmoronamiento de sí, sensación de transparencia, pensamientos de incapacidad e inadecuación. El riesgo es que ignoremos las características constitutivas de potencialidad y de reducción de los propios caminos y de la propia modalidad cognoscitiva en relación a las del cliente, ignorar la ignorancia, confundir nuestros medios cognoscitivos con la realidad es la raíz de cada posible riesgo de daño iatrogénico.

Como conclusiones Umberta señala que por “relacional” entendemos aquellas actitudes hacia la ética, agregando que eso excluye totalmente la posibilidad de quedarse fuera, de hacer un diagnóstico desde un lugar privilegiado de observación y no ocuparse de las consecuencias de las propias acciones.

El psicoterapeuta debe saberse responsable como persona, y responsable en primera persona, de cuanto ocurre en el encuentro con otro y de los resultados que tal encuentro tendrá, es responsable de cómo la relación se define y evoluciona en el tiempo.

La responsabilidad del terapeuta es una responsabilidad subjetiva y personal y es en este sentido que la psicoterapia debe ser entendida como práctica ‘ética’. Para que esto suceda se da paso a la palabra “respeto” en lugar de “cambio”.

REFERENCIAS

  • Anderson H. & Goolishian H.A. (1988) “Human Systems as Linguistic Systems”. Family Process, 24.
  • Bianciardi M. (2010) “Evoluzione del pensiero sistemico e pratica clínica”. In Riflessioni sistemiche, 2. [www.aiems.eu]
  • Bianciardi M. & Telfener U. (1995) Ammalarsi di psicoterapia. Milano: Franco Angeli.
  • Fruggeri L. (1997) Famiglie. Roma: Nuova Italia Scientifica.
  • Fruggeri L. (1999) “Il modello sistemico. Dalla terapia della famiglia agli interventi in contesti complessi”. In O.Codispoti, C.Clementel (a cura di), Psicologia Clinica. Roma: Carocci.
  • Fruggeri L. (2003) “Different levels of analysis in the supervisory process”, In D. Campbell, B. Mason (Eds), Perspectives on Supervision. London: Karnac.
  • Fruggeri L., Matteinim M. (1988) “Larger Systems? Beyond a Dualistic Approach to the Process of Change”. The Irish J. of Psychology, 9: 184-94.
  • Goudsmit A. (1989) L’auto-organizzazione in psicoterapia. Milano: Guerini, 1995.
  • Lang P., Liddle M. & Cronen V. (1990) “The systemic professional domains of action and the question of neutrality”. Human Systems, 1: 39-55.
  • Mc Cullough W.S. (1974) “A Heterarchy of Values Determined by the Topology of Nervous Nets”. In H. von Foerster. Cybernetics of Cybernetics. Urbana: Biological Computer Laboratory.
  • Telfener U. (1985) “Gli errori in terapia familiare sistemica: uno strumento di apprendimento”. Archivio di Psicologia, Neurologia, Psichiatria, 3 (4): 513-530.
  • Telfener U. (1996) “Gli insuccessi della terapia”. In F. Piccini, D. Bavestrello (a cura di), Insuccessi in psicoterapia. Milano: Franco Angeli.
  • Telfener U. y Casadio L. (2003) Sistemica. Voci e percorsi nella complessità. Torino: Bollati Boringhieri.
  • von Foerster H. (1990) “Ethics and Second Order Cybernetics”. Relazione tenuta al Congresso Internazionale Ethique, Idéologies, Nouvelles Méthodes, Parigi 4-6 Ottobre, 1990.
  • von Foerster H. (1974) Cybernetics of Cybernetics. Urbana: Biological Computer Laboratory.

*Artículo traducido por Daniela Labarca. Analizado en el Seminario de actualización “Sistémica Relacional de Milán: Teoría y Supervisión”. Mtro. Gerardo Reséndiz.

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