El diálogo en marcha LGBT+

El diálogo en marcha LGBT+

Somos Liza y Victoria, dos terapeutas mexicanas que formamos parte de la comunidad, la primera residente en México y la segunda en Italia. El pasado mes de junio, tuvimos la oportunidad de presenciar el desarrollo del mes del Orgullo LGBT+ en dos países diferentes, Italia y España y, durante muchos años también en México.

Nos decidimos a escribir este texto porque hemos estado conversando sobre la cantidad de contrastes que percibimos a partir de la experiencia de movernos en estos tres contextos y hemos sentido la necesidad de abrir el diálogo y externalizarlo. Para nosotras abrir el diálogo significa volver a hacer público, una y otra vez, lo que tiende a quedarse en lo privado y que, durante los dos años de pandemia vividos a nivel mundial, se vio agudizado. Volver a marchar ha sido importante para nosotras porque somos testigas de que cuando el diálogo ocurre en lo público adquiere más fuerza que cuando sucede entre cuatro paredes.

A partir de la rebelión de Stonewall, que fungió como catalizador para que la comunidad LGBT+ se organizara para luchar por sus derechos, en el mes de junio -el día 28, o en una fecha cercana- y desde hace 50 años, se celebra el Día del Orgullo en al menos un lugar del mundo.

En uno de cada tres países ser homosexual está prohibido y en 12 países aún se considera una causa de pena de muerte. El matrimonio igualitario es legal sólo en 30 países e Italia no está dentro de la lista. México es el segundo país de Latinoamérica con más violencia por homofobia y transfobia y, aunque España es uno de los países líderes en Europa en procuración de derechos humanos, es el escenario de múltiples agresiones homófobas en el espacio público.

Aunque actualmente en Italia, España y México, se marcha anualmente en el marco del Orgullo, la primera marcha en España se llevó a cabo en 1977, en México en 1979 y en Italia en 1994. Esto es un dato importante para nosotras en muchos sentidos; uno de ellos, la relevancia que los derechos de la comunidad han logrado tener, por diferentes motivos, en cada uno de estos contextos.

Vivir la marcha este año ha representado para nosotras un espacio de discusión y de reflexión, personal y colectiva.
Yo, Liza, mujer cis, mexicana, blanca, lesbiana.
Yo, Victoria, mujer cis, mexicana, mestiza, inmigrante, bisexual.

Marchamos porque estamos vivas para hacerlo, gracias a la lucha que otres han mantenido, porque aunque aún no nos sentimos completamente seguras en el espacio público para amar a quien querramos, vivimos en países en los que no es ilegal hacerlo. Marchamos porque nunca hemos tenido ni sentido la necesidad de salir del clóset pero sabemos que es un privilegio hacerlo, porque venimos de familias que a veces abrazan y a veces rechazan.

Marchamos porque tenemos el mismo derecho de amar que las personas hetero, porque el orgullo es público, es colectivo, es la libertad de poder, es la celebración de lo logrado y la lucha por lo que falta. Es una forma de resistencia, de hacer visible, de insistir en amarnos tanto en la cama como en las calles. Porque el placer, el amor, la lucha, el cuerpo, las calles y la existencia también nos pertenecen.

Porque la marcha se vuelve un espacio físico que acoge la lucha no solamente de un día o un mes entero. Porque los logros que se van gestando en la comunidad LGBT+ se entrelazan con los triunfos y las fatigas de los movimientos verdes y violetas, pues los movimientos feministas han abierto, con creces, la discusión sobre el tema de la sexualidad, el género y la política y es a través de “lo personal es político” que todas las individualidades se pueden encontrar un mismo cauce.

Porque hablar de derechos humanos debe abrir el diálogo sobre todo lo que se ha evadido históricamente, por razones morales y religiosas, manteniendo los discursos en lo privado o en el olvido. Porque asumimos que nuestra experiencia personal de activismo sólo siendo colectivizada puede generar movimiento y cambio.

Marchamos y alzamos la voz porque también somos terapeutas y situarnos en este lugar, personal y profesional, ha sido -y continúa siendo- un aprendizaje de preparación teórica, física, psicológica y emocional. Porque no estamos hechas de fe sino de esperanza, porque nos gusta estar dentro del huracán y no estamos en la posición de ser indiferentes. Provocar movimiento y cuestionarnos junto con nuestro contexto, junto con nuestros grupos de pertenencia, junto con nuestres consultantes, es una necesidad y un compromiso.

No concebimos un trabajo terapéutico que no tome en cuenta la intersección de las luchas por los derechos humanos, que no cuestione las ideas de la psicología tradicional, que hasta 1973 contempló la homosexualidad como un trastorno y que sigue considerando como tal la disforia de género. Porque somos parte de los sistemas institucionales -incluyendo el sanitario-, que siguen discriminando a miembros de la comunidad, a través de la negación de atención medica, de la prohibición para donar sangre, de la discriminación en el acceso al trabajo y a la educación, entre muchas otras formas de violencia. Porque muchos trabajadores de la salud -incluyendo les psicólogues-, siguen trabajando para corregir y no para entender y acompañar.

Escribimos este artículo para celebrar lo que se ha logrado y para invitar a dialogar sobre lo que falta. Confrontar nuestra experiencia en tres países diferentes nos convoca a recordar cuán afortunadas somos de venir de un país en donde el matrimonio LGBT+ aún no es legal a nivel nacional, pero podemos elegir casarnos con quien querramos. Sin embargo, la libertad y seguridad que sentimos marchando en España nos hizo añorar sentirnos así caminando por México. Por su parte, el Modelo Dialógico ha sido en Italia, un espacio para ser irreverentes, para ser curiosas, para situarnos.

Porque la lucha colectiva se da en las calles, pero también en el consultorio, poniendo en el diálogo lo que no se nombra, lo que se ha silenciado, lo que a veces nosotras tampoco vemos; se trata de tejer y destejer en conjunto, de las conversaciones que conmueven y transforman. Se trata de que lo laboral es también personal y lo personal es siempre político.

Liza Pérez-Moreno Rose
Victoria Cervantes Camacho

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